sábado, 18 de junio de 2011
Los Pecados Laborales
La impuntualidad, la falta de puntualidad habla por sí misma, de ahí se deduce con facilidad la escasa o nula organización de nuestro tiempo, de planeación en nuestras actividades, y por supuesto de una agenda, pero, ¿qué hay detrás de todo esto? Muchas veces la impuntualidad nace del interés que despierta en nosotros una actividad, por ejemplo, es más atractivo para un joven charlar con los amigos que llegar a tiempo a las clases; para otros es preferible hacer una larga sobremesa y retrasar la llegada a la oficina. El resultado de vivir de acuerdo a nuestros gustos, es la pérdida de formalidad en nuestro actuar y poco a poco se reafirma el vicio de llegar tarde. Lo más grave de todo esto, es encontrar a personas que sienten "distinguirse" por su impuntualidad, llegar tarde es una forma de llamar la atención, ¿falta de seguridad y de carácter? Por otra parte algunos lo han dicho: "si quieren, que me esperen", "para qué llegar a tiempo, si...", "no pasa nada...", "es lo mismo siempre". Estas y otras actitudes son el reflejo del poco respeto, ya no digamos aprecio, que sentimos por las personas, su tiempo y sus actividades. Para la persona impuntual los pretextos y justificaciones están agotados, nadie cree en ellos, ¿no es tiempo de hacer algo para cambiar esta actitud? Por el contrario, cada vez que alguien se retrasa de forma extraordinaria, llama la atención y es sujeto de toda credibilidad por su responsabilidad, constancia y sinceridad, pues seguramente algún contratiempo importante ocurrió.
La irresponsabilidad como acción, lleva consigo, el no cumplimiento de un acto u obligación asumido de manera voluntaria u obligatoria, pero en cada caso, supone el desarrollo de una tarea o labor que compromete de nosotros una determinada función esperada o determinada previo acuerdo. Dicho de otro modo, cada vez que asumimos un compromiso, debemos responder de acuerdo a nuestro rol o función social. Para esto, hay que tener claro, que somos parte de una red de relaciones, por lo tanto, somos el antes o el después de otra actividad. Eso quiere decir que, si somos el que sumistra a un tercero a través de nuestro proceder o hacer y no cumplimos con los plazos establecidos, complicamos los tiempos de ese tercero, siendo muy problable que no cumpla con su deber. Si muy por el contrario, dependemos de un tercero y este no cumple, seremos nosotros los complicados. Es fácil de detectar en la vida diaria, especialmente en su faceta negativa: la vemos en el plomero que no hizo correctamente su trabajo, en el carpintero que no llegó a pintar las puertas en el día que se había comprometido, en el joven que tiene bajas calificaciones, en el arquitecto que no ha cumplido con el plan de construcción para un nuevo proyecto, y en casos más graves en un funcionario público que no ha hecho lo que prometió o que utiliza los recursos públicos para sus propios intereses.
La pereza, Es una conducta que se ha permeado bajo la mirada permisiva de muchos que no hacen nada para enfrentarla sino que por el contrario, le hacen juego. La “Flojedad”, es como uno de eso males asintomáticos, gravita dentro de la persona y no lo notan, y cuando aparecen los síntomas inicialmente se aprende a vivir con ellos puesto que siempre será más cómodo no hacer que hacer, se terminarán acomodando a esa circunstancia, degustando las mieles del anquilosamiento. Una de las muestras evidentes que la pereza se ha enraizado en el corazón de una persona, es su reacción abiertamente negativa y contraria frente a las insinuaciones que implican movimiento, acción, trabajo “extra-ordinario”. En la empresa cada vez que esto se asoma en este tipo de individuos la situación le genera resquemor, inquietud y molestia, es como tratar de seguir sosteniendo un “Status Quo” Personal Mediocre que ha permitido que la pereza con todos sus secuaces es decir la desidia, la apatía, la flojera se instalen en el corazón de un hombre que está atentando contra su propia naturaleza, la de trascender, la de mejorar, la de ser perfectible.
La ira puede ser descrita como un sentimiento descontrolado, de odio y enojo. Es posiblemente la reacción más inhumana por su capacidad de cegarnos. En muchos casos, la ira aparece ante las graves injusticias que se cometen en todos los ámbitos del mundo laboral, enfadarnos de tal manera que nos haga perder los papeles desgraciadamente nos quita la razón para dársela en parte al “otro”. Ser impaciente con los procedimientos y el deseo de venganza fuera del trabajo, llevando a hacer justicia por sus propias manos acaba por llevarnos a un callejón sin salida en el que además de no conseguir nuestros propósitos empeoramos nuestra situación en la empresa.
La envidia “Como la avaricia, la envidia se caracteriza por un deseo insaciable, sin embargo, difieren por dos grandes razones: Primero, la avaricia está más asociada con bienes materiales, mientras que la envidia puede ser más general; segundo, aquellos que “envidian” desean algo que alguien más tiene, y que perciben que a ellos les hace falta.” ¿Qué más podría yo aportar? Si además reconozco ser un envidioso. Claro que creo que mi envidia es “sana” es porque me gustaría estar en su lugar y verme del todo realizado en un trabajo. Es como si en un trabajo “se empeñan” en que solo aprendas cosas “por partes” sin permitirme comprender el “todo” así es prácticamente imposible que hagas el trabajo bien. En cualquier caso si se aplica un poco de empatía puedes llegar a darte cuenta que es posible que a quien envidies realmente merezca lo que tiene. Además “cuidado con lo que deseas por que puede convertirse en realidad” y que en muchas ocasiones “no es oro todo lo que reluce”.
La soberbia es considerado el principal y más serio de los pecados laborales, y de hecho, es también la principal fuente de la que derivan los otros. Es identificada como un deseo por ser más importante o atractivo que los demás, Genéricamente se define como la sobrevaloración del Yo respecto de otros por superar, alcanzar o superponerse a un obstáculo, situación o bien en alcanzar un status elevado. También se puede definir la soberbia como la creencia de que todo lo que uno hace o dice es superior, y que se es capaz de superar todo lo que digan o hagan los demás. También se puede tomar la soberbia en cosas vanas y vacías (vanidad) y en la opinión de uno mismo exaltada a un nivel crítico y desmesurado (prepotencia).
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